Ha muerto una ganadería. Ha desaparecido una de los escasos hierros encastados y bravos de nuestra Fiesta. Cuando muere un torero o desaparece una ganadería encastada, los aficionados también morimos un poco con ellos. Esta Fiesta que en buena parte es sentimiento y emoción verdadera no puede permitirse el lujo de que se vayan los mejores, los toros guapos, bravos con mayúsculas, los toros que levantaban un olé profundo nada mas asomarse a la plaza.
Si el ganadero Leopoldo de la Maza puede escribir un libro, este modesto aficionado, tras su paso durante 21 años por la Maestranza como Delegado de la Autoridad, podría escribir otro libro, pero un libro de satisfacciones, de emociones, de recuerdos maravillosos que encendían la afición.
Esta maldita lacra que corroe la Fiesta se ha llevado por delante otra ganadería. Ya no podremos ver más a Oliva Soto torear de verdad un “condeso”. Ya no podremos ver como esos toros derrotaban en las tablas una y otra vez y las astas intactas. Ya no podremos pasar por Los Arenales, parar el coche y extasiarnos con la belleza de esos toros. Ya no podremos ir a Pamplona, Cenicientos o Francia a disfrutar con una verdadera suerte de varas con los toros del Conde de la Maza.
Ese ganadero monárquico con pinta de cazurro, hoy en el cielo, estará pasando una mala tarde. Dirá que cuantos esfuerzos para nada. Ya no volverán esas tardes para aficionados exigentes con sus toros encastados.
El medio toro sobrevive al toro encastado, es otra razón por la cual también estamos tristes los aficionados. La frase acuñada de “el enemigo está dentro” surge de nuevo.
Leopoldo, comprendemos tus razones para mandar al matadero tu ganadería, pero comprende tu las nuestras, nos sentimos un poco más huérfanos.
Un abrazo ganadero
Diego Martínez González. Pte. UTAA-SEVILLA
Sevilla 14 de noviembre de 2018
DÍA TRISTE PARA LA FIESTA
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