Desde que se empezaron a lancear toros, allá por el siglo XVI, hasta nuestros días, no cabe duda de que todo lo referente a la tauromaquia ha suscitado diversas opiniones a favor y en contra de la misma. Siempre habrá partidarios y detractores. Siempre habrá aficionados que verán el toro como arte, sentimiento o sensibilidad y animalistas que verán una corrida de toros como la más sanguinaria de las carnicerías que se le puede hacer a un animal.
Pero no es, ni mucho menos, mi intención abrir una vieja polémica de toros sí, toros no, de lo que seguro
que nadie convencerá a nadie. ¿Por qué tenemos las personas la absurda costumbre de querer hacer ver a los demás que deben de pensar como uno mismo?.
Hasta aquí, todo puede tener sentido. Lo peor viene cuando entran en acción los antitaurinos de la tauromaquia.
Antitaurinos no sólo son los que van en contra de los toros.
Son los que juegan con la ilusión y la cartera de los que empiezan.
Son los que engañan al público y traicionan a los toros.
Antitaurinos son algunos empresarios desalmados que se quieren montar a costa de los muchachos que sueñan en abrirse camino en este difícil oficio que han escogido.
Son los que manipulan al toro, serrucho en mano, aconsejados, por representantes, apoderados, veedores o toreros.
Y antitaurino es el ganadero que permite semejante fraude en su casa o aquel otro que descasta y suaviza
a los toros para poder venderlos a sus clientes los toreros.
También son los que sólo buscan protagonismo en detrimento de la afición y de la Fiesta en general, ya sean presidentes o veterinarios.
Antitaurinos son los que, porque se creen que llevan muchos años en torno al toro, se encuentran en posesión de la verdad.
Pero sobre todo, los verdaderos antitaurinos, son los que con su actitud y forma de ser impiden la divulgación y el desarrollo de la Fiesta y obstaculizan la información.
Suelen ser representantes de medias tintas que llevan a algún torerillo bisoño y carilampiño y ya empiezan a hablar de permisos, derechos de imagen y no sé cuantas cosas más cuando, en realidad, es eso, imagen precisamente lo que le puede faltar a su chaval.
Esto es destorear, es meter el pico.
Esto es estar fuera de cacho.
Y de esto sabe algo el constantinense Pepe Alcalde. O no.
Los enemigos, a veces están dentro, no fuera
Antonio Molina Nieto, Septiembre 1999
ANTITUARINOS
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